Humberto Jaimes Sánchez, montañés, antiguo niño que recorría colinas entre nieblas, tiene la virtud de la magia interior, de la imaginación lírica, y por ello cuando lo quieren percibir, es como si sintiese que quieren apresarlo. En el fondo sumergida, está la hondura del pintor, su hondura fresca, viva, como un río muy claro aunque a la vez, subterráneo. Y no quiere, por tanto, que lo precisen, que lo lleven a una claridad directa, exacta. No es que ame la inexactitud. Lo indefinido. No es eso.
Ida Gramcko
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